En tiempos de acuerdos de precios que parecen proliferar por toda la economía argentina, hace falta recordar algo: no llegan donde tienen que llegar. Una prueba de eso es lo que sucede en verdulerías y carnicerías, donde se compra la mayoría de productos frescos con valor sin regulaciones, le ponen más presión al bolsillo.
La consultora LCG midió una inflación promedio de alimentos de 8,1% en las cuatro semanas de abril, con porcentajes de 16% en verduras y frutas; de 10,5% en carnes y de 7,8% en panificados. “Lo que traccionó al final del mes fueron las carnes. Si en la última semana, la carne hubiera aumentado como el resto, la inflación mensual de alimentos hubiera dado en torno al 7%”, señala Matías De Luca, economista de la firma.
“Carnes viene cerrando el atraso que acumuló durante el verano. Producto de la sequía aumentó mucho la oferta de cabezas de ganado. Mientras los alimentos subían de precio, las carnes no lo hacían (incluso por semanas bajaban). Se llegó a acumular un 10% de atraso en carnes respecto al resto de los alimentos. Ahora esa brecha se cerró y está en torno al 3%”, señala el economista.
En cambio, en el caso de las frutas y verduras, el escenario comenzó a darse vuelta. Cuando comenzó el frío, desaceleraron su ritmo de aumento. Así lo explica Mariano Winograd, productor, minorista y abastecedor del mercado frutihortícola: “Comenzaron a bajar los cítricos que habían tenido precios muy altos durante el verano, están con precio razonable el tomate y las hortalizas de hoja; tal vez haya batata a precio alto porque la sequía hizo que hubiera muy poca producción”.
Sin embargo, reconoce el productor, siguen los problemas “de siempre”: la inflación en general y el aumento del dólar blue en las últimas semanas, “que si bien no incide directamente, lleva a la incertidumbre”, aclara. A eso se suma “faltante de insumos por el problema de la indisponibilidad de divisas”.
En el caso de los panificados, el kilo de pan escaló un 15% en abril hasta los $600. Así lo explica Gastón Mora, presidente Centro de Panaderos de Avellaneda: “Lamentablemente, tenemos una industria totalmente atada a lo que pase con el dólar. La harina, a través del trigo, cotiza en dólares, también los derivados del aceite, el combustible y las tarifas están dolarizadas. Toda nuestra industria se mueve por el dólar”, señala, en relación con el aumento del paralelo durante abril, que llegó a rozar los $500.
No es solo el dólar el que incide en los productos frescos, sino también las condiciones climáticas. Pablo Vernengo, director ejecutivo de Economías Regionales de CAME, explica que en verduras y frutas se dio una combinación de heladas tardías con ola de calor en marzo. A eso se suma la sequía, que afecta a gran parte de las producciones lácteas, porque no hay suficiente pasto.
“Por otra parte, hay aumentos de costos constantes: energía, gasoil, cubiertas y todos los insumos como fertilizantes, semillas y agroquímicos, que están dolarizados. Hay agro insumos que se venden al dólar blue y las producciones que exportan reciben un dólar oficial menos las retenciones: es un combo complicado”, resume.
Por qué es imposible controlar el precio de los productos frescos
El Gobierno anunció una renovación de Precios Justos de frutas y verduras, con valores accesibles, pero que solamente llega a los supermercados del Área Metropolitana de Buenos Aires. “En el caso de frutas y verduras hay un montón de comercios minoristas, verdulerías, que por lo general son monotributistas y se abastecen de algún mayorista, y toda la cadena incrementa precios desde el origen hasta el destino, con muchos costos ocultos”, dice Vernengo.
El especialista señala que solamente un tercio de lo que se consume en este rubro se compra en supermercados. “En general hay mucha informalidad porque hay baja rentabilidad, y hay una intermediación muy parasitaria que se lleva la renta: nosotros como consumidores en ciertos productos estamos pagando arriba de seis veces de lo que se le paga al productor en frutas y hortalizas”, concluye.
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