El Obispo participó de una ayuda humanitaria junto a sacerdotes polacos, en Kiev rezó por el fin de la guerra y cuenta sus encuentros con victimas de las bombas, su desolación y los daños en la población.
El ex obispo auxiliar de la diócesis de Santiago del Estero, monseñor Ariel Torrado Mosconi, se encuentra realizando una recorrida al devastado país de Ucrania, donde colaboró con la ayuda humanitaria y se encontró con el arzobispo mayor Greco Católico Ucraniano, Sviatoslav Schevchuk.
"Ya estoy pronto a salir de Ucrania pero llevo grabado en mi corazón los destrozos que produce la guerra en la vida concreta de las víctimas inocentes", escribió en su cuenta de Facebook el ahora obispo de Nueve de Julio.
"Comparto el testimonio de tres de ellas que nos lleven a la oración y al compromiso por La Paz", destaca el titular de diócesis de santo Domingo de Guzmán.
A su vez, el sacerdote no ha puesto fotos y apellidos de los niños para preservar su identidad y por pudor ante lo que sus ojos veían.
1. Tatiana es una señora de unos 60 años de Irpin, del barrio de Dmitrivka, en las periferias de Kiev, con rostro de dolor y ojos transparentes, con voz serena y firme me relata su experiencia al sentir que había perdido todo cuando su casa fué bombardeada. Ella se escondió en un pequeño sótano y permaneció allí durante varios días. Sin agua, sin alimentos. Sin luz ni nada para calentarse. Los socorristas intentaron por todos los medios convencerla de ser trasladada a un lugar más seguro pero ella afirma que no va a abandonar ni su casa ni su barrio.
2. Vera es una niña con cierta discapacidad de Mariupol. Me llamó la atención que me tomó de la mano ni bien ingresé a la casa, y me sostuvo así con fuerza mientras permanecí allí. Luego las educadoras me explicaron que a la niña se la encontró después de permanecer durante más de doce horas solita, abrazada a su papá muerto con el cuerpo mutilado en una de las casas alcanzada por un misil.
3. Jury es un niño de 12 años de Makariv. Con el ceño fruncido, bien erguido y con voz firme nos cuenta cómo rescató a su hermanita que se había perdido después del bombardeo. Al enterarse que nosotros habíamos visitado su localidad nos interroga acerca de cómo era la situación en su pueblo y nos manifiesta su deseo de volver a su casa. Su rostro adusto y su manera de hablar parece la de un adulto. Un niño que no tuvo el derecho de ser tal y tuvo que madurar prematuramente a causa del horror de la guerra.
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