“Buscan la proscripción de Cristina”; “quieren hacer lo mismo que con Lula”, fueron las frases más repetidas por los principales referentes oficialistas. La estrategia está clarísima: el kirchnerismo intentará construir un relato: las avanzadas judiciales son solo para impedir que la vicepresidenta regrese al sillón de Rivadavia y de paso demostrar que si los Luciani de la vida no sacan el pie del acelerador habrá “caos social” y hasta violencia en las calles (de recoleta porque en el resto del país era un sábado normal).
Pero ahí viene el problema, para armar este relato lo fundamental es que Cristina Fernández de Kirchner sea candidata a presidente de la Nación. Las circunstancias llevan a que recrear un “Alberto 2” no pueda concretarse, ya lo hizo y salió mal. Su candidatura presidencial, el discurso de persecución judicial y el chamuyo de las peleas contra las corporaciones pueden ser el único eje de campaña que le quede a un espacio político que no tiene un solo ítem positivo para mostrarle a los argentinos luego de 3 años de gestión. Por otro lado, para la justicia será mucho más difícil avanzar contra una candidata a presidente que contra alguien que no lo sea, más allá del peso político que siempre tendrá la vicepresidente. Hay que decirlo claro, la única preocupación que tiene Cristina es su situación judicial, lo demás para ella es secundario en este momento.
Conclusión: ante gobernadores preocupados solo en cuidar su quintita, un Alberto Fernández convertido en un “pato criollo” (un paso una cagada), un Massa haciendo un ajuste con 70% de imagen negativa en su valoración por parte de los Argentinos, CFK entra en un laberinto sin salida, tendrá que ser candidata para cubrirse judicialmente (¿momentáneamente?) y porque además, es la única que le asegura al oficialismo un 30% de base que como mínimo sirve para entrar en un posible balotaje y retener la fuerza parlamentaria que será fundamental para bancar la parada en el Congreso ante una derrota en 2023.
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